Crujido de girasol
un juego de solitario empezado,
los perros y su siesta larga,
mi desvelo de la tarde entrada en noche.
El techo cada vez más cerca,
los ruidos que crecen,
el mensaje que no llega,
otro sábado perdido
No quiero levantarme,
esta remera gigante ya es parte de mi.
El acolchado no quiere soltarme
y las sábanas tibias piden que no me vaya,
Cómo resistir a tal mandato
la pereza se ha vuelto mi hermana
No hay risas ni llanto, sólo estasis.
Hasta la tinta se detiene, no escribe más.