Un Martes


Martes agobiante.
Un eterno retorno a las mismas charlas inconclusas y precipitadas.
El no saber, el querer entender.
Quiero comprender algo, sólo un ápice, no pido más.
Tu mirada aguamarina se pierde en el aula.
El Transcurso de los días es ese sin número de instantes.
Lo que fui ayer, lo que soy hoy es sólo mi esencia, en cada rasgo estoy yo.
El murmullo del aula me anuncia que te has ido por completo.
No quieras entender mi escritura.
El frío del invierno no me deja recordarte, sólo siento la angustia de tu silencio.
No me sale llorar, porque no lo siento.
Tal vez en otro momento de debilidad mía vuelva a acusar palabras hacia vos, porque sigue en mí una incertidumbre que tiende a volverse eterna.
Hasta es extraño ser eso que odias, evitas y quieres olvidar por completo...

A tu espera

Supongo que te espero, como tantas noches me ha sucedido.
Recostada sobre mi cama, con la mirada perdida hacia la puerta que ya nunca vas a abrir.
El ruido del ascensor me agobia, traspasa mi intempestiva quietud.
La luz de la lámpara del techo enceguece, me cierra los ojos, pero al menos me duerme la tristeza...

Aletheia


Dolor de cabeza, la semana ha sido demasiado agitada...
Nuevos aromas y sabores me han provocado un renacer extraño.
Qué sucede? Soy una y mil veces amante de estos cambios. Aun así, esto me ha tomado por sorpresa, y me desconozco de a ratos.
Tengo un caminar risueño, y hasta chistoso. Ríe mi cuerpo entero, se estremece, canta.
Comienzo a percibir hasta los sonidos más lejanos, estoy raramente contemplativa, y a la vez ingenua.
La ciudad entera se convierte en cómplice diario, los días han transcurrido de modo que he quedado suspendida en un tiempo que no existe.
No me queda más que pertenecer a esa temporalidad y permanecer en ella, tomarla y ser con ella.
Volar en la inmensidad de mis sentidos, auscultarme, convertirme en una constante aletheia...