Un sueño de invierno...

La mirada hacia la nada,
las lágrimas secas,
la angustia en la garganta,
el grito en mis labios apretados.

Mis manos sumidas al estrujar mi alma
para que no se salga, para que ya no duela.
La ira que pulsa desde adentro
y la melancolía que se adueña de mi cuerpo.

A través de la ventana caen hojas
se pierden con el viento por las calles.
Yo busco desandar mis pasos
y la pereza me atrapa en el puro invierno.

Ya todo me parece no importar
y los días se hacen años,
y mis canas salen de a veinte, 
los sueños todos rotos...

A lo lejos mis dos hijas
allá en la casa aquella,
sus risas están perdidas,
la vida, la alegría.

Ya no serán y las extraño,
nunca fueron, tampoco yo.
Ni el arte, ni la madre,
ni la entrega, menos el amor.

La estasis ha regresado,
se ha quedado como dueña.
La dejo, no resisto,
muero, y todo aquello también.

Éramos tres, ahora ni yo, 
esto que ha quedado no es mío.
se disfrutan como buitres mi espíritu
ya no siento, caigo.

Lejos la casa blanca,
Ni siquiera la hallo,
Todo aquí es desorden, color,
Perdición, extrañeza.

¿Cuánto ha pasado?
Desconozco lo mío propio,
Me van tomando prisionera,
Me llevan, no me resisto.

Despierto de pronto,
De sueño todo se volvió pesadilla.
Y yo soy esto, nada más.
Grito, lloro, pero no hay nadie más...



El balcón y la lluvia

Abro la ventana que da al balcón y me asomo, comienza la noche de a poco. Ese olor mágico e indescriptible de la lluvia entra de pronto a la cocina y revolotea en la cortina.
Todo el ambiente se llena de esa rara sensación de renovación, frescura, como si algo muriera de pronto para dar nacimiento a algo nuevo.
El alba de mañana tendrá otro color, el verde de mis plantas estará más vivo que nunca.
Yo misma soy diferente después de una intensa lluvia, como si se llevara aquello que duele, que preocupa...
Lo respiro otra vez, quiero sentirlo.